Se le rompió la risa
en una nota musical,
un quiebro de la voz en alguna tonadilla.
Ningún piano completó el acorde.
Desconcertada,
en la cocina comprendió
lo inútil de las flores en el pelo,
la pincelada roja de los labios,
el rubor añadido...
Sin haberse marchado,
no estaba ya en su vida el compañero.
Se supo en soledad
y descendió hasta las baldosas
al contemplar la vida que escapaba
entre el vapor de un guiso
aromado con ramas de tomillo.
Juan Carlos Calderón
Juan Carlos Calderón