Se le rompió la risa
en una nota musical,
un quiebro de la voz en alguna tonadilla.
Ningún piano completó el acorde.
Desconcertada,
en la cocina comprendió
lo inútil de las flores en el pelo,
la pincelada roja de los labios,
el rubor añadido...
Sin haberse marchado,
no estaba ya en su vida el compañero.
Se supo en soledad
y descendió hasta las baldosas
al contemplar la vida que escapaba
entre el vapor de un guiso
aromado con ramas de tomillo.
Juan Carlos Calderón
Juan Carlos Calderón
3 comentarios:
Agradezco la publicación de este poema en tu blog, pero creo que deberías poner el nombre del autor, en este caso, yo mismo. Pertenece a mi libro "Eco de niño para voz de hombre". Un abrazo
Juan Calderón Matador
hola Blanca,
que triste cuando uno se da cuenta que la vida se le ha pasado y es demasiado tarde, la juventud se le ha ido, las posibilidades se han ido con la edad.
Muy real tu poema.
Te sigo, y hago votos porque me sigas también.
un abrazo fuerte^^
Hola Blanca. El poema es hermoso aunque bastante triste.
No hay ningún estomago agradecido por el que valga la pena estar entre satenes y cacerolas?.
Adelante guapas, si vale la pena ponerse un poco de carmín y de rubor y verse guapas, solas o acompañadas.
ELENA
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